
Exceso de horas de trabajo –que no horas extra-, normas draconianas, talleres clandestinos… son algunas de las cosas que nos vienen a la mente cuando se habla de trato laboral “inhumano”. Sin embargo, ¿sabemos en qué consiste el “trato humano”?
El reconocimiento y el respeto de las características comunes y singulares de cada individuo son dos de las actitudes en las que se debe basar el “trato humano de calidad” (THC). En el artículo "Human Quality Treatment: Five Organizational Levels", publicado en Journal of Business Ethics, el profesor de Ética empresarial del IESE, Domènec Melé, presenta un marco para “un trato humano de calidad” que los directivos pueden utilizar para reflexionar sobre cómo mejorar sus habilidades de liderazgo y hacer de sus empresas entornos más "humanos".
Partiendo de la premisa de que la ética es un aspecto intrínseco a la buena gestión directiva y no solo un complemento, este marco incorpora la idea de que los esfuerzos por realizarse como ser humano son algo valioso por sí mismo, más allá de que probablemente aumenten la productividad.
Cinco niveles
En su artículo, Melé clasifica el trato que las organizaciones dispensan a sus empleados en cinco niveles y profundiza tanto en las características de cada uno de ellos, como en el comportamiento que debe caracterizar la dirección de personas y las interacciones con los empleados:
- El maltrato se basa en un abuso de poder e incluye la explotación, el acoso, la coacción, la intimidación, la manipulación, la discriminación y la corrupción;
- La indiferencia se caracteriza por la falta de preocupación por cómo afectan las decisiones a las personas, a quienes se considera exclusivamente como medios para conseguir un fin económico;
- La justicia se basa en el respeto a las personas y sus derechos y se caracteriza por la transparencia, la remuneración justa, el cumplimiento de la palabra y la protección de los derechos de aquellos empleados que actúan de buena fe. Esta cumple con los requisitos éticos mínimos de un trato humano de calidad;
- El cuidado -que no sentimentalismo- va más allá de estos requisitos éticos mínimos. Consiste en mostrar preocupación real por los derechos y la dignidad de las personas, por los intereses legítimos de los compañeros de trabajo, a quienes se ofrece apoyo para superar dificultades de cualquier tipo;
- El desarrollo es el nivel máximo del modelo, ya que también permite que las personas prosperen mediante la adquisición de capacidades profesionales. Los directivos que alcanzan este nivel son conscientes del talento de la gente que les rodea y tratan de maximizarlo creando un "círculo virtuoso de prosperidad humana, estima mutua y voluntad de servir y cooperar".
Los directivos deben aspirar a este último nivel, actuando como modelos de conducta para fomentar una cultura corporativa donde el progreso se convierta en la norma. Al igual que las acciones corruptas pueden generar culturas corruptas, las acciones que promuevan la prosperidad pueden dar lugar a ambientes donde las personas se desarrollen.